jueves, 8 de noviembre de 2007

Torres del Paine: Las Torres

Por enmedio de la nada hacia Chile

Antes de salir para Chile dejamos las maletas en el Hotel Michelangelo, donde amablemente se ofrecieron a guardárnoslas ya que teníamos reservado para dormir allí a la vuelta de Torres del Paine. La ruta hasta Chile son unas 4 horas de carretera recta y monótona. La primera y única parada desde El Calafate es el pueblecito de La Esperanza, a unos 170 km, donde sólo hay una estación de servicio para rellenar el tanque y desde donde se toma el desvío a Río Turbio. A unos 60 km hay un desvío no muy bien señalado hacia Cancha Carrera, que es la frontera argentina. Un poco más allá está Cerro Castillo, que hace de frontera chilena. Desde ahí hasta Torres del Paine quedan unos 80 km, todos de ripio.

Bienvenido a ChileCerro Castillo


La primera vista de Torres del Paine es la Laguna Amarga, de un color verde turquesa. Desde allí es posible divisar las míticas Torres, pero estaban algo nubladas. Llegamos al puesto de guardaparques de Laguna Amarga aproximadamente a la 1. De sorpresa, nos encontramos allí con un compañero del foro de Lonely Planet con el que había intercambiado información, Carlosbs y su mujer, con los que tendríamos el gusto de compartir buena parte de nuestra experiencia en Torres del Paine y el Chaltén.

Laguna AmargaLas Torres del Paine


Comienza la W

Nuestro objetivo en Torres del Paine era realizar la mítica ruta de la W. Hay que mencionar como referencia para los que lean esto que, si bien nos gusta la montaña y el trekking, nuestra forma física es bastante deficiente ya que no salimos a menudo y además nunca hemos hecho rutas de varios días, lo cual implica llevar una mochila bastante pesada.

La ruta comienza en la Hostería Las Torres con una cuesta muy dura que nos lleva un poco más de 1 hora subir. Ya estamos con la lengua afuera y apenas hemos empezado. Al finalizar la subida entramos en un precioso valle y bajamos hasta el Refugio Chileno, donde nos instalamos tras algo más de 2 horas de caminata.

En los refugios de la W hay que reservar con mucha antelación, ya que disponen de unas 40 plazas cada uno. Sino te puede tocar dormir en una tienda de campaña afuera, y os aseguro que dentro hace frío, así que afuera no me lo quiero ni imaginar. Como curiosidad, te invitan a dejar las botas fuera, algo que tiene sentido cuando el terreno está muy embarrado.

Valle AscensioRefugio Chileno


Tras dejar las mochilas en el Refugio Chileno y tomar la que finalmente fue nuestra mejor foto de las Torres, nos dirigimos al Mirador. En algo más de 1 hora nos plantamos frente a la última gran cuesta hasta el mirador, que lleva unos 45 minutos más, pero en aquel momento bajó el guardaparque y no nos dejó subir ya que había mucha niebla y apenas se distinguían las Torres. A cambio, nos invitó a seguir el camino hasta su caseta, donde también hay vistas de las Torres. Lamentablemente, con la niebla, las torres no se mostraron en su esplendor, aunque al menos pudimos vislumbrarlas. Esperamos un rato a ver si despejaba, pero al final nos resignamos y volvimos al refugio. En total, ida y vuelta, tardamos unas 3 horas y pico.

Las Torres del PaineLas Torres del Paine


En el refugio, las habitaciones bien, aunque por la noche pasamos bastante frío a pesar de tener sacos gordos (los alquilamos allí). Son cuartos de 8 personas distribuidos en literas de hasta 3 alturas y, si no llegas temprano, probablemente te toque escalar hasta la última. En cuanto a las duchas, se notan un poco sucias por el paso de tanta gente. Tampoco hubo mucha suerte con el agua, que salía fría a ratos. Tras todo el día de caminata ¡no sienta nada bien recibir un chorretón helado encima! La cena, en cambio, estuvo muy bien. No me esperaba tanta calidad en un sitio tan alejado de cualquier parte y donde las provisiones llegan a caballo. El menú constaba de una sopa de pescado y marisco rara pero rica, ternera guisada en salsa con puré de patatas sabrosísimo y una mousse de limón espectacular.

Después de la cena y justo al anochecer llegó el "momento Patricio". El administrador del refugio apagó todas las luces y nos invitó a contemplar la silueta nublada de las Torres por el ventanal del refugio y a tener unos momentos íntimos de meditación en esta vorágine de acontecimientos. Me dio cierta envidia porque se notaba que él disfrutaba el ambiente y el lugar y que trabajaba en lo que realmente le gustaba.

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