domingo, 11 de noviembre de 2007

Torres del Paine: glaciar Grey... y vuelta

Hay mucha cola para el desayuno autoservicio en el refugio Paine Grande. No mejora mi impresión del sitio, parece un camping de playa. Eso sí, hay servicios como teléfono y hasta conexión a Internet.

Hoy toca la última "pata" de la W. Nuestro plan es subir hasta el refugio Grey, admirar el glaciar Grey y tomar un ferry que nos lleve hasta la Hostería Grey (cómo se iba a llamar sino) desde donde podremos coger un transporte hasta donde dejamos aparcado el coche.

Anatomía de Grey

La primera hora se hace cuesta arriba, constante aunque no excesivamente empinada, hasta un mirador sobre el Lago Grey. Por primera vez en todos los días que llevamos de caminata nos hace un tiempo malo, con lluvia y mucho viento. Aquí se agradece el llevar un buen material de montaña. Luego hay un tramo largo de muchas subidas y bajadas con varios miradores sobre el glaciar.

Lago GreyGlaciar Grey


Poco antes de llegar al refugio Grey hay un desvío al mirador. Llegar a él lleva unos 20 minutos más. Finalmente llegamos al refugio Grey en un total de 4,5 horas cargados con mochilas. El refugio está muy descuidado y sólo abre en la temporada de verano. Da muy mala impresión, sobre todo comparándolo con el resto de refugios en los que hemos estado. La mayor parte de la gente que quiere quedarse por allí lo que hace es acampar. Hay que estar loco con el frío que hace y más loco aún para hacer lo que hicieron algunos de los campistas cuando nosotros estuvimos por allí: ¡se metieron a remojar en las gélidas aguas del Lago Grey, entre los icebergs! Se me hiela la sangre a mí sólo de pensarlo.

Glaciar GreyLocos en el Lago Grey


El camino que hemos recorrido hoy en sí es menos espectacular que los días anteriores, y si bien las vistas sobre el glaciar merecen la pena, quizá se queda pequeño tras haber visto las maravillas del Perito Moreno y los otros glaciares de la parte argentina. En definitiva, este tramo de la W es prescindible si estás muy ajustado de tiempo o de fuerzas.

Comienza la odisea y la tomadura de pelo

Al llegar al refugio preguntamos por el ferry hasta la Hostería Grey (CLP 32.000 vuelta, 45.000 i/v por persona). Nos dijeron que había pasado uno a las 13:30, así que tendríamos que esperar al siguiente. Según el guardaparque ahora los hay a las 9:30, 13:30, 15:30 y 16:30. No te fíes de los horarios, vale más confirmar previamente en la Hostería Grey (harto imposible por otra parte porque o bien comunican o no cogen el teléfono) y además los cambian cada poco, por lo cual yo no me fiaría de este medio de transporte. Aunque eso lo aprendimos demasiado tarde...

Como el ferry de las 15.30 no llega, preguntamos otra vez al guardaparque, que nos dice que a esta hora a veces pasa y a veces no. Le pedimos que llame por radio (por supuesto, no hay cobertura de móvil ni línea telefónica) para asegurarnos de que el de las 16.30 sí que viene y descubrimos que no tenemos reserva.

La reserva la habíamos tramitado a través de Homaira, la recepcionista del Refugio Los Cuernos. O eso creíamos porque al final, como comprobamos, se le olvidó y nos dejó tirados. Decidimos esperar al ferry de las 16.30 (malo ha de ser que venga lleno, pensamos) sin que nadie ponga ninguna objeción y, cuando se está acercando, viene el guardaparque y nos dice que, desafortunadamente, el ferry no trae zodiac y por tanto no nos puede recoger ya que no hay suficiente calado. Como no tenemos reserva ni hay nadie más esperando aquí, no han enganchado la zodiac. Miramos al guardaparque con cara de incredulidad. Llevamos allí desde las 14.30 y ¡al tío no se le ha ocurrido pedir que envíen la zodiac cuando sabe que estamos esperando para volver en el barco! ¡Menudo inútil! Menos mal que están para velar por la seguridad de los excursionistas, que si no...

Total, que son las 5 y pico de la tarde, no tenemos barco de vuelta y el pequeño, destartalado y sucio Refugio Grey está cerrado por ser fuera de temporada (sólo abre en diciembre, enero y febrero), así que no nos queda otra que dar la vuelta hasta el Refugio Paine Grande, donde no sabemos tampoco si vamos a tener alojamiento. Cargados como mulos con las mochilas, a toda prisa y cagados de miedo porque se nos echaba la noche encima, emprendemos el agotador camino de regreso (ahora es casi todo cuesta arriba y por muy mal terreno, todo piedra suelta). El tiempo tampoco acompaña. Se pone muy feo y frío e incluso empieza a llover. Esa noche cae una nevada impresionante que cubre los Cuernos por entero.

La vuelta nos lleva casi 5 horas y llegamos exhaustos, al límite de las fuerzas. Con muy buen criterio, dado que no estamos acostumbrados a tanta caminata, este tramo de vuelta no lo teníamos planeado, puesto que sabíamos que era muy probable que no lo aguantáramos pero, ya veis, no nos quedó más remedio. Pero bueno, no sé qué podía más, si el cansancio o el supercabreo por las continuas informalidades de chilenos y argentinos, tanto por parte de la recepcionista que no gestionó la reserva cuando se comprometió a hacerlo como de la inutilidad del guardaparque que nos tuvo esperando 3 horas para nada para luego dejarnos solos a nuestra ventura y que nos apañáramos como pudiéramos.

De nuevo hubo que pasar la noche en el refugio Paine Grande, tras otra cena malucha y muchísimo frío en la habitación. Un gran revés a los planes (hemos perdido un día y hemos tenido que pagar dos alojamientos, el del refugio y el hotel que teníamos reservado en El Calafate), y lo peor es que casi nos cuesta la integridad física.