Inmensidad patagónica
Interminable carretera interminablemente recta con un paisaje interminablemente llano y monótono. El autobús responde a la fama: es comodísimo y se duerme fenomenal. Parece mentira que lleve 13 horas de viaje y no esté apenas cansado.
Sorprendentes pingüinos
Llegada a Puerto Madryn a las 12:30. Para aprovechar el resto del día alquilamos un auto. Por las prisas no comparamos sitios y pagamos $271 en Budget con 400 km libres y suplemento por reducción de franquicia. Seguro que hay sitios mucho más baratos.
Para dormir teníamos reserva en el Hostal El Gualicho ($130 la doble con baño), un típico hostal de mochileros (ubicación). La habitación es correcta para este tipo de sitios y el hostal tiene bastante ambiente. Hay dos ordenadores con Internet y hay Wifi, aunque no la consigo hacer funcionar.
Compramos una pizza en el cercano Miguelito ($26 con una botella de agua) y partimos hacia Punta Tombo.
La Ruta Nacional 3 es una larga recta asfaltada que atraviesa toda esta región y toda la Patagonia por la costa. A esta altura marca el kilómetro 1500 de la ruta... Hay que pasar por Trelew y unos 60 km al sur esta el desvío a Punta Tombo. Hay otros 20 km asfaltados y unos 25 de ripio, aunque los están asfaltando. En total unos 200 km desde Puerto Madryn. Por el camino no paramos de ver guanacos, parecidos a las llamas, e incluso choiques, una especie de avestruz gris.
La entrada a Punta Tombo son $30 y hay un recorrido de 1500m entre el monte bajo de arbustos típico de Patagonia. La primera sorpresa es que los pingüinos ¡¡anidan entre los arbustos!!. Y eso que estamos bastante lejos de la playa y por su torpe caminar parece imposible que lleguen tan lejos. Hacen unos agujeros debajo de los arbustos, que los protegen del viento. Incluso vimos algún pingüino incubar los dos huevos que ponen de cada vez.
Una experiencia magnífica verlos caminar en fila india, recordando el videoclip de Oxygene de Jean-Michel Jarre y poderlos casi tocar, y también observarlos jugar y nadar en el playón.
Ya de vuelta a Puerto Madryn rellenamos el depósito. La gasolina está a mitad de precio que en España, a $1,99.
Para cenar fuimos al Ambigú, un local de decoración moderna con música chillout de fondo. Buena comida. Ensalada, un par de lomos con distintas salsas, y un rico vino de Mendoza de uva Malbec (San Telmo) por $170. Aquí la carne se pide "jugosa" (al punto) o "cocida" (muy hecha). Según el primer taxista de Buenos Aires, aquí es pecado comer la carne cruda o poco hecha como hacemos en España.
Y una sorpresa. En Argentina ¡¡¡hay Mirinda!!! El que no sienta un poco de nostalgia probablemente es demasiado joven... ;-)
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1 comentario:
Hola Pululante: Excelente blog, gracias por narrarnos tu viaje. Tienes a una fiel lectora aquí...
Jeje, me ha hecho gracia que también seas un cazador de mirindas. La primera vez que vi que en México se sigue vendiendo me hinché a hacerles fotos (y me tomé una). A mi hermano cada año cuando voy a México le traigo algo relacionado con Mirinda. ¡Y este verano en Nepal también hice 4 fotos a la Mirinda!
Si es que somos de una generación "tope de guay", que dirían los de la coca cola :)
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