Después de todos los planes, de cuadrar todos los vuelos, de buscar y rebuscar hoteles, ha llegado el gran día. El día de partir. El día de empezar esta gran aventura.
Aerolíneas Argentinas = retrasoLos vuelos hacia Madrid son carísimos, cuestan casi 200 euros por cabeza y ahora hay poca frecuencia: los de
Iberia, 1 diario de
Spanair y 2 de
EasyJet. Así que la opción menos mala que se ajuste a nuestro horario es un coche de alquiler, conduciendo 4 horas y pico (55€ + 60 de gasolina y peajes). Asturias nos despide con un buen chaparrón.
La primera sorpresa desagradable del viaje fue al llamar para reconfirmar el vuelo de
Aerolíneas a Buenos Aires (tlf. 900 955 747). Creí que eso era una práctica antigua del siglo XX. Nos informaron de que la salida prevista a las 22:50 se retrasaba hasta las 3 de la madrugada. ¿Sería para ahorrarse las cenas?
Por supuesto a las 3 y pico ni se había embarcado ni se tenían noticias de la tripulación. Hubo incluso rumores de que había huelga. A las 4 de la mañana aparecieron para embarcar entre sonoros e irónicos aplausos del pasaje que pacientemente les estábamos esperando. La excusa que pusieron es que a ellos les habían avisado de que el vuelo salía a las 4.
Por cierto, los billetes nada baratos: unos 1200 euros a través de su web comprados con mes y pico de antelación. También los puedes comprar por teléfono (900 955 747) pero cobran más comisión. Aerolíneas es muy curiosa y para el pago exige que te pongas en contacto con una de las sucursales en España y que les mandes por fax los datos de la tarjeta o de una transferencia. Nosotros llamamos a la
agencia de La Coruña y Teresa nos atendió estupendamente.
Finalmente despegamos casi a las 6:00... desde las 22:50 previstas no está mal... Parece que Aerolíneas hace honor a su fama de retrasarse.
¡¡¡Tierra a la vista!!!Es la primera vez que cruzo el "charco". Desde luego no es la emoción que sentiría Rodrigo de Triana al ver América, pero es un pequeño hito en la vida. Entramos por algún lugar al norte de Brasil. Se ven unas playas con una pinta estupenda. Todavía quedan 5 horas de vuelo.
¡Ah! Y es la segunda vez que paso el Ecuador. ;-)
Casualmente el avión pasa casi encima de las Cataratas de Iguazú, aunque no se ve nada. Me quedé con esta vista del
río Paraná.
Desde arriba Buenos Aires impresiona. Impresiona su tamaño, impresiona la geometría cuadriculada de sus calles e impresiona el Río de la Plata por su anchura.
Aterrizaje en
Ezeiza-Ministro Pistarini. Tomamos -en 30 minutos en Argentina ya hemos dicho "coger" como 10 veces- un remis hacia Aeroparque con Transfer Express por $90.
Aerolíneas = más retrasos...Al llegar a
Aeroparque el vuelo a Trelew, previsto a las 17:40, se retrasa a las 19:40, cómo no.
Al estar cerca del centro de Buenos Aires decidimos tomar un taxi hasta
Plaza de Mayo ($15), no sin antes comer algo en un puesto ("
El Tano Criollo") de los muchos que hay a la orilla del Plata enfrente del
Aeroparque. Comimos un bocata de bondiolita y otro de churrasquito (básicamente unos filetes) recién hechos a la plancha. Junto con una Coca-Cola de 600 ml. hicieron $19,50 y con el hambre que apretaba a esas horas entraron fenomenal.
Buenos Aires nos recibió con algo de lluvia. Quizá por ello la primera impresión no fue buena. Nos dio la sensación de que monumentalmente hay poco que ver. Eso sí, el bullicio por la calle es constante, tanto de coches como de personas. Tras la foto de
Casa Rosada,
Plaza de Mayo y
Catedral Metropolitana caminamos sin rumbo por la
calle Florida. Esta calle debe de ser el paraíso de aquéllos a los que les gusta ir de compras, especialmente por los artículos de piel.
Definitivamente nos decantamos más por la naturaleza que por los paisajes urbanos, así que tomamos otro taxi de vuelta a
Aeroparque ($15), que nos llevó por "la otra cara de
Puerto Madero", un barrio chabolista en el que la gente sigue construyendo, amontonando chabolas una encima de otra, aunque me sorprendió el hecho de que cada quien tiene su parcelita con número de puerta y todo. Por contra,
Puerto Madero es una renovación del antiguo puerto en la que están construyendo rascacielos, una zona comercial y de restaurantes caros y de diseño. Intuí por lo que contaba el taxista, que al argentino medio le queda muy lejano el acceso a esa parte.
Aerolíneas = ...y cancelacionesAl poco de volver a
Aeroparque nos enteramos de la cancelación del vuelo. Parece que hay huelga. Como para el día siguiente ya no nos daría tiempo a llegar a la excursión de día completo de avistaje de ballenas, que empiezan a primera hora de la mañana, y ante la posibilidad de que sigan cancelando vuelos, como nos contó una amable argentina que llevaba 2 días intentando volver a
Neuquen, decidimos pedir la devolución del billete e irnos en autobús a
Puerto Madryn.
Tomamos (todavía no nos hemos acostumbrado a no decir "coger") un remis a la
estación de Retiro, que sale por $28 en
Manuel Tienda León (el doble de caro que un taxi a pesar de estar más cerca que el centro). Eso sí, nos llevó en un tiempo récord porque sino no pillábamos el autobús. Llegamos justo cuando partía (20:15). Este autobús pasa por
Ezeiza a las 21:15, así que puede ser una opción para ir a
Puerto Madryn directamente desde el aeropuerto internacional. Con la compañía
Don Otto (www.donotto.com.ar) el billete cuesta $246.
Me quedo helado cuando me entero de que el viaje durará hasta las 12:30 del día siguiente (sí, ¡16 horas!). Contaba con las grandes distancias y pensaba en unas 10 horas, pero esto supera todo lo que te imaginas. En España se tarda menos tiempo en ir de punta a punta.
Así, inesperadamente iba a tener ocasión de probar los afamados, por cómodos, autobuses argentinos.
Inmensidad patagónicaInterminable carretera interminablemente recta con un paisaje interminablemente llano y monótono. El autobús responde a la fama: es comodísimo y se duerme fenomenal. Parece mentira que lleve 13 horas de viaje y no esté apenas cansado.
Sorprendentes pingüinosLlegada a
Puerto Madryn a las 12:30. Para aprovechar el resto del día alquilamos un auto. Por las prisas no comparamos sitios y pagamos $271 en
Budget con 400 km libres y suplemento por reducción de franquicia. Seguro que hay sitios mucho más baratos.
Para dormir teníamos reserva en el
Hostal El Gualicho ($130 la doble con baño), un típico hostal de mochileros (
ubicación). La habitación es correcta para este tipo de sitios y el hostal tiene bastante ambiente. Hay dos ordenadores con Internet y hay Wifi, aunque no la consigo hacer funcionar.
Compramos una pizza en el cercano
Miguelito ($26 con una botella de agua) y partimos hacia
Punta Tombo.
La
Ruta Nacional 3 es una larga recta asfaltada que atraviesa toda esta región y toda la Patagonia por la costa. A esta altura marca el kilómetro 1500 de la ruta... Hay que pasar por
Trelew y unos 60 km al sur esta el desvío a
Punta Tombo. Hay otros 20 km asfaltados y unos 25 de ripio, aunque los están asfaltando. En total unos 200 km desde
Puerto Madryn. Por el camino no paramos de ver guanacos, parecidos a las llamas, e incluso choiques, una especie de avestruz gris.
La entrada a
Punta Tombo son $30 y hay un recorrido de 1500m entre el monte bajo de arbustos típico de Patagonia. La primera sorpresa es que los pingüinos ¡¡anidan entre los arbustos!!. Y eso que estamos bastante lejos de la playa y por su torpe caminar parece imposible que lleguen tan lejos. Hacen unos agujeros debajo de los arbustos, que los protegen del viento. Incluso vimos algún pingüino incubar los dos huevos que ponen de cada vez.
Una experiencia magnífica verlos caminar en fila india, recordando el
videoclip de Oxygene de Jean-Michel Jarre y poderlos casi tocar, y también observarlos jugar y nadar en el playón.
Ya de vuelta a
Puerto Madryn rellenamos el depósito. La gasolina está a mitad de precio que en España, a $1,99.
Para cenar fuimos al
Ambigú, un local de decoración moderna con música chillout de fondo. Buena comida. Ensalada, un par de lomos con distintas salsas, y un rico vino de Mendoza de uva Malbec (San Telmo) por $170. Aquí la carne se pide
"jugosa" (al punto) o
"cocida" (muy hecha). Según el primer taxista de Buenos Aires, aquí es pecado comer la carne cruda o poco hecha como hacemos en España.
Y una sorpresa. En Argentina ¡¡¡hay Mirinda!!! El que no sienta un poco de
nostalgia probablemente es demasiado joven... ;-)
Península Valdés.Hoy contratamos una excursión de día completo a
Península Valdés con avistaje de
ballenas, principal objetivo de venir aquí. A través de
El Gualicho salió por $190.
Tras el muy escaso desayuno (café, mini-pan tostado, un minipocillo de mermelada y un minipocillo de dulce de leche) salimos a las 8 en una furgoneta con 15 personas.
Los alrededores de
Puerto Madryn, y en general de los pueblos de Patagonia, dan una impresión destartalada, como si no se hubieran cuidado las casas desde que se construyeron. Eso, unido al monótono paisaje, hace que parezcan tener como 50 años.
A la llegada a la
reserva de Península Valdés, pagamos los $40 de entrada y paramos en el
Centro de Interpretación del Istmo Ameghino. Hay un esqueleto de ballena y un mirador desde el que se ven los dos golfos y el monótono (creo que ya lo dije varias veces) paisaje de la planicie patagónica.
Allí comienza una carretera de ripio que lleva hasta
Punta Norte. Hay un mirador y una senda por el borde del acantilado desde donde se ven la playa y también una pequeña colonia de elefantes marinos. Es un agradable paseo, aunque es mucho mejor en
Punta Candor.
Ésa fue la siguiente parada. Allí comimos en la
estancia La Elvira: $60 por varias tapas de buffet y una ración de cordero a la brasa que estaba bastante bueno. Y luego el paseo por el borde de la playa. Bajando hacia la derecha hay muchos más elefantes y se pueden ver desde mucho más cerca que en
Punta Norte. Hay algunos ejemplares de un tamaño descomunal y es que pueden llegar a pesar 4000 Kg.
Por el camino de la izquierda se llega a un bonito mirador, desde donde se aprecia
Caleta Valdés, una lengua de tierra que encierra un brazo de mar. Una magnífica vista.
A por las ballenas.Después de otra hora por el ripio llegamos a
Puerto Pirámides, un pueblo muy pequeño donde lo único que hay son empresas de avistaje, un par de sitios para comer, un par de tiendas de turistas y una heladería donde sirven helados descomunales.
Tras ponerte el salvavidas, te subes al barco (de unos 15 pasajeros) y te meten en el mar con un tractor ya que no hay embarcadero. La empresa era
Hydrosport, aunque parece que todas dan un servicio parecido.
Apenas transcurridos 10 minutos avistamos una ballena, que se quedó con nosotros casi todo el rato. Sacó la cola y pasó por debajo del barco unas cuantas veces. En una de éstas dio un coletazo al barco, provocando un buen meneo. ¡Qué emocionante!
En total, la navegación fue más o menos 1 hora. Se me hizo muy corta. Quizás hora y media sea lo ideal, ya que luego oí relatos de otra gente que apenas tuvo tiempo de otear una ballena de lejos.
Y vuelta a
Puerto Madryn ya. Un agradable paseo por el largo muro de la playa y el embarcadero, donde había una fragata de la Marina Argentina que se podía visitar, aunque no lo hicimos.
Cenamos en la
parrilla Estela, con pinta cutre por fuera pero donde se come muy bien. Quedamos muy satisfechos por $120. Recomendado.
Vientos patagónicosLa mañana amaneció con una ventolera fuerte que incluso hizo que los puertos permanecieran cerrados, por lo que no pudimos hacer el
avistaje de toninas (un delfín pequeño blanco y negro muy juguetón) desde
Puerto Rawson. Suerte que el día anterior ya habíamos hecho el avistaje de ballenas, ya que hubo gente que se quedó sin esa oportunidad hoy por culpa del viento.
A cambio contratamos con la agencia
Sentir Patagonia una excursión de 2 horas a
Punta Loma, una lobería ($55 + $20 entrada a la reserva). En la agencia ofrecían otra excursión al mismo sitio en 4x4 ($75) pero ya estaba llena.
Al bajarnos de la furgoneta lo primero fue abrigarse del fuerte viento. Si bien hacía buena temperatura, la sensación térmica era muy baja por el aire. Ahora me explico lo agreste del terreno. Lo que no me explico es por qué no instalan molinos de viento para producir electricidad. El viento está garantizado y el paisaje no se estropearía por ello.
Los simpáticos lobos de mar.Y al fin los lobos. Hay un pequeño mirador sobre una pequeña playa de piedras. Hay que ir con la marea baja, ya que sino se cubre completamente y los lobos se van a alta mar a alimentarse.
A diferencia de los panchos elefantes marinos que vimos en
Punta Candor, los lobos son mucho más activos. El hecho de que la playa sea pequeña provoca que haya muchas disputas entre los machos, y también es una gozada ver a los pequeños jugar en el agua.
Aerolíneas es casi puntual ¿un espejismo?A la vuelta al hostal a por las maletas, compramos unas empanadas recién hechas en el famoso
Miguelito ($2 cada una), que devoramos más tarde en el aeropuerto de Trelew. Riquísimas, sobre todo me gustó la de pollo. El establecimiento hace honor a su fama.
Por una vez Aerolíneas salió casi a su hora, con sólo 20 minutos de retraso. Esperamos no tener más sorpresas desagradables.
En
Ushuaia anuncian 2°C de temperatura y algo de nieve. Vamos a bajar casi 20 grados de golpe... ¡¡pónganse los abrigos!!
¿Frío? No es para tantoAterrizaje en el coqueto aeropuerto de
Ushuaia, aunque falto de una ampliación. Tomamos un taxi hasta el hotel ($10), al que llegamos en 10 minutos.
En Ushuaia elegimos el
Hostal Malvinas, $190 la noche con desayuno y Wifi. Está muy céntrico, tan solo dos cuadras (manzanas) por encima de la calle principal. La habitación nos dio mala impresión, ya que era vieja y algo pequeña, y encima la colcha estaba muy sucia (desde luego, no es lo que aparenta en Internet). Lo peor es que tenía calefacción a gas con llama: me pareció peligroso. La ducha necesita una renovación y los mandos son muy difíciles de regular. Sin embargo, el desayuno está muy bien para el precio: café, tostadas, croissants crujientes, mermeladas varias y dulce de leche, y el local de cafetería está bien decorado. Lo mejor es el dueño del establecimiento. Te puede dar muy buenos consejos sobre qué hacer y te ayuda a organizarte en
Ushuaia en un momento.
Tras una visita a la oficina de turismo, bajamos hasta el puerto a contratar la navegación del
Canal Beagle para el día siguiente. Hay una plazoleta en el puerto con todas las empresas y hay variedad de barcos, desde veleros para 10 personas hasta catamaranes de 200.
Buscábamos un barco pequeño, así que había dos compañías:
Patagonia, con un chico muy amable atendiendo, y
Tres Marías. La diferencia es que la primera va hasta un faro en medio del
Canal Beagle (ojo, que NO es el faro del fin del mundo) y la segunda desembarca en la
isla H para ver la fauna y flora de la misma. Finalmente reservamos con
Tres Marías por $140 en velero. En barco pequeño a motor cuesta $120.
Luego fuimos al
Museo del Presidio del Fin del Mundo (aquí todo lleva esa etiqueta). La entrada cuesta $35 y vale para dos días. Es una antigua cárcel reconvertida en museo y es inevitable acordarse de la serie
Prison Break al entrar. Cada celda cuenta historias de algún preso o estampas de la vida en la cárcel. Hay otra zona de museo naval y una de las alas no ha sido renovada y conserva el estado original y se sienten el frío y la humedad que debieron padecer los presos. En resumen, el museo está bien para rellenar un rato libre.
Para cenar fuimos a
La Rueda, un tenedor libre en la calle principal (Av. San Martín). Por $42 tienes un buffet de comida variada y, lo más importante, puedes ir las veces que quieras hasta la parrilla y pedir directamente al parrillero la pieza de carne que quieras. Las bebidas son aparte y seguimos probando vinos de Mendoza. Esta vez un
Latitud 33 Syrah, bastante rico. En cuanto a la carne, el cordero es excelente a pesar de estar a final de temporada y que los corderos estén conservados en frío. En cambio el vacuno no me ha parecido tan maravilloso como se dice, aunque me comentaron que la carne mejor se lleva a Buenos Aires. Habrá que comprobarlo.
P.N. Tierra del FuegoDurante el desayuno le preguntamos al dueño del
Hostal Malvinas sobre cómo ir al
Parque Nacional de Tierra del Fuego y, para nuestra sorpresa, nos comentó que precisamente a las 9 pasaba una furgoneta por la puerta del hostal. Por $40 la empresa
Transportes Mi Destino te lleva y trae del Parque y hace varios recorridos al día.
Una vez pagados $20 de tasas del Parque Nacional llegamos a
Bahía Ensenada, un precioso lugar rodeado de montañas nevadas (había nevado los 3 días anteriores a nuestra llegada). Allí hay un puesto de correos donde te sellan el pasaporte con el sello del fin del mundo ($3) y puedes enviar postales también selladas desde el fin del mundo ($7). En ese punto empieza la senda costanera, un bonito trekking de 3-4 horas que discurre al lado de la bahía y por entre el bosque.
Nos encontramos poca gente y tuvimos ocasión de ver algunas aves acuáticas. El camino estaba muy embarrado por las nevadas de los días anteriores.
Fue una pena no disponer de más tiempo, ya que los alrededores del
lago Roca y la
bahía Lapataia, como vimos desde el transporte, bien merecen un tiempo para recorrerlos. Como mínimo recomendaría el día entero en este
Parque Nacional de Tierra del Fuego.
La vuelta fue muy estresante. El transporte nos recogió en la confitería del
Lago Roca a las 2 (también pasa a las 4 y a las 6, y quizá se puedan concertar otras horas), pero entre que tardó en salir, que se paró a recoger a gente por el camino y que se desvió a
bahía Lapataia, no llegábamos a la navegación que estaba contratada a las 3. Y eso que ya habíamos avisado al transporte de que teníamos que estar a las 3 en punto en
Ushuaia, pero al conductor pareció no importarle, a pesar de que nos habían prometido llegar sin problemas. Al final conseguimos llamar con su móvil (el nuestro no tenía cobertura) a
Tres Marías para que esperasen un poco y, entre carreras, logramos subirnos al velero, pasar el escáner del puerto (¿teatro de seguridad?) y pagar $5 de tasas.
Mareo en el Canal BeagleA las 3 se suponía que salía el velero, aunque al final llegamos a las 3:15 con la lengua fuera. Amablemente los dos tripulantes del
If nos esperaron tras avisarles por el móvil.
La excursión en barco se puso movidita en cuanto salimos de puerto e izaron las velas, y eso que era un día tranquilito, pero al bajar a la bodega a ponerme un traje impermeable me pillé un colocón que me duró casi todo el viaje. Moraleja: más vale mojarse que marearse.
Tras media hora de navegación y mareo desembarcamos, como pudimos, en un roquedo de la
isla H, llamada así por su forma. La visita duró unos 45 minutos y nos explicaron sobre la flora y fauna de la isla, sobre los indios yamana y nos acercamos a apenas unos metros de una colonia de cormoranes roqueros.
Luego de reponer calorías con un café caliente a bordo, nos dirigimos a la
Isla de los Lobos. Es una roca con unos cuantos lobos de mar, cormoranes y gaviotas, aunque poco interesante tras haber estado en
Punta Loma.
Y, finalmente, vuelta a puerto sintiendo el viento del mar en el cuerpo tras casi 4 horas de excursión. Conviene ir bien abrigado, ya que el viento se hace notar en cubierta, y eso que hacía un día soleado.
Al regreso acabamos de ver la prisión aprovechando el ticket del día anterior.
Ushuaia tiene bastante vidilla alrededor de la calle principal. Hay muchas tiendas, agencias y restaurantes. Por variar, cenamos en
La Estancia. Es muy parecido a
La Rueda (también en precio), pero nos gustó algo menos.
El Lago EscondidoA través del dueño del
Hostal Malvinas conseguimos un remis para medio día por unos $200. Teniendo en cuenta que el día amaneció muy nublado y con lloviznas, fue una buena opción para aprovechar la mañana.
Retrocedimos por la
Ruta Nacional 3 dirección...
Buenos Aires, aunque está a algo más de 3.000 km de
Ushuaia. Tras atravesar el peligroso
paso Garibaldi llegamos a
Tolhuin, un pequeño pueblo en la cabecera del
lago Fagnano , un lago enorme de unos 100 km de longitud, a unos 100 km de
Ushuaia. La atracción del pueblo es la panadería, un local-parada en la RN 3 con riquísimos pasteles, un micro-zoo con tucanes, loros y castores (aunque los castores se les mueren cada poco) y también un montón de fotos del dueño (español) con todos los famosos que por allí pasaron.
De regreso, el remis nos llevó al
lago Escondido y paramos en una hostería al pie del lago con unas vistas preciosas. Muchos autobuses de turistas paran en el mismo lugar.
Todo este trayecto nos llevó desde las 9 hasta las 14 horas aproximadamente. Lo que nos gustó fue el
lago Escondido. El resto del recorrido no tiene apenas interés.
De vuelta a
Ushuaia intentamos subir hasta el
glaciar Martial. Hacía mal tiempo y el aerosilla estaba en reparaciones, así que decidimos dar por finalizado el recorrido e ir hacia la aventura del día.
Un nuevo piloto sobrevolando el fin del mundoLa aventura del día comenzó en el
aeroclub de Ushuaia: un vuelo en avioneta de una hora de duración ($300). Nunca había subido en avioneta y temía que el viaje fuera demasiado "movido". Afortunadamente el tiempo se calmó, se despejó lo suficiente para permitirnos ver los picos iluminados por el sol y, en resumen, el vuelo fue muy plácido.
Es fantástica la sensación de ver todas las montañas nevadas desde su misma altura. Pasamos al lado del
monte Olivia hacia el
lago Escondido y luego, al llegar al
lago Fagnano, giramos hacia el
Canal Beagle , tomándolo a la altura de la
estancia Harberton. Ahí me dejaron los mandos de la avioneta todo lo que duró el vuelo sobre el canal, ¡casi media hora! Con el lógico miedo de hacer alguna maniobra brusca, la verdad es que me gustó mucho la experiencia del pilotaje. En cuanto al vuelo en sí, es fantástico. Totalmente recomendado. ¡¡Mucho mejor que la navegación!!
Retraso... de sólo 1 horaSe acabó la estancia en
Ushuaia. Esta vez Aerolíneas nos obsequió con sólo 1 hora de retraso. Otra hora más de vuelo y estaremos en
El Calafate. Es curioso cómo la impresión de ver las montañas nevadas desde tanta altura no es tan gratificante como desde la avioneta.
¿A alguien más le recuerda esta foto de Río Grande al
Sim City?
La ciudad del Perito MorenoEn el moderno, pequeño y abarrotado aeropuerto de
El Calafate nos estaba esperando un transfer de la agencia
Amayco ($60) que contratamos a través de nuestro alojamiento en la
Hostería Cauquenes de Nímez. En el mismo aeropuerto vimos puestos que ofrecían transfers ida y vuelta por $25. Después descubrimos que Mariano, el guía de
Amayco, nos acompañaría en las excursiones los días siguientes. Nos atendió magníficamente y se desvivió por nosotros, por lo cual dimos por muy bien empleados los $60 del transfer.
Nos alojamos en la Hostería Cauquenes de Nímez, que está un poco a las afueras, a unos 10 minutos andando desde el centro. Por el camino se pasa por delante de la casa que el ahora ex-presidente Néstor Kirchner se hizo en El Calafate. Para el cargo que ocupa, la casa no es excesivamente ostentosa. Hace poco que fueron las elecciones generales y salió elegida de presidenta... la señora Kirchner, así que todo queda en casa. En cuanto a la Hostería, es un edificio muy coqueto y muy bien decorado por dentro. La habitación también está muy bien, como podéis ver en la foto. Quedamos muy contentos de la elección. El desayuno, como comprobamos la mañana siguiente, es correcto. Café, tostadas, mermelada, dulce de leche y bollería. Desde el comedor hay unas vistas magníficas de la laguna Nímez y del Lago Argentino y los Andes que lo circundan.
Aunque era tarde, tras dejar las maletas nos fuimos al centro, a la Avenida del
Libertador San Martín. En todas las ciudades patagónicas la calle más céntrica suele llevar el nombre de este general que derrotó a los españoles. Aquí todas las tiendas están orientadas al turismo y el protagonista de casi todas las imágenes y recuerdos es el
glaciar Perito Moreno.
Para cenar nos recomendaron
La Vaca Atada, también en la avenida San Martín. El camarero era de los excesivamente atentos y melosos pero luego la comida fue muy buena. Pagamos $113 por dos platos cada uno y vino. Recomendado.
Ice, ice, babyA las 7:20 Mariano, de Amayco, nos pasó a recoger para hacer la excursión llamada Todo Glaciares ($285 por persona). Las agencias te llevan hasta el embarcadero de Puerto Bandera, previo pago de la entrada al
Parque Nacional de Los Glaciares ($40). Allí te subes a unos grandes catamaranes para unas 200 personas cada uno. La empresa
Fernández Campbell tiene la concesión en exclusiva de la navegación. Se rumorea que el ahora
ex-presidente Kirchner tiene participación en esta empresa, al igual que en la mayoría de los complejos turísticos y otras grandes empresas de El Calafate.
El catamarán comienza a recorrer las aguas turquesa del Lago Argentino y en cuanto se adentra en el brazo Norte se empiezan a ver ya los primeros icebergs flotando. La expectación es máxima y al primer pedazo de hielo todo el mundo se abalanza a la cubierta con sus cámaras en ristre. Poco a poco se ven icebergs más grandes y algunos presentan formas curiosas y cuevas con unos azules increíbles.
Hoy el capitán decide ir primero a
Bahía Onelli. Según las previsiones meteorológicas, cada día se decide la ruta. Desembarcamos y hacemos una caminata de unos 15 minutos por en medio de un bosque por un terreno llano. Al bajar elegimos el grupo en inglés, ya que el español va petado y así conseguimos llegar antes a lo que es la bahía. Luego vimos que al grupo español el guía les dio la chapa durante casi media hora más, así que les quedó menos tiempo para disfrutar de las vistas.
La bahía es un lago cerrado en el que desembocan tres glaciares, lo que hace que esté lleno de témpanos de hielo. Es un espectáculo impresionante. Hay una playa de piedras muy larga, que puedes recorrer de un lado a otro, con distintas panorámicas de los icebergs y los glaciares que descienden de la montaña. Un paisaje fantástico.
Tras volver a embarcar, el catamarán se dirigió hacia el
glaciar Upsala, que es el glaciar más grande en extensión de todo el Parque Nacional. El frente tiene 4 km y mide unos 60 metros de altura. A su lado los catamaranes empequeñecen. Lamentablemente el capitán de nuestro catamarán, el Nueva León, era menos atrevido que el del Quo Vadis y se acercó mucho menos. Aun así es increíble ver toda esa cantidad de hielo y pensar que sólo hace unos años había una
extensión ocupada muchísimo mayor.
Luego volvimos a recorrer el brazo norte en dirección al
glaciar Spegazzini. Es menos ancho en su frente que el Upsala, pero es mucho más alto, entre 90 y 100 metros. También por sus características permite acercarse más a él. Una peculiaridad es que desde la izquierda cae un glaciar colgante que se une al Spegazzini justo en el frente. Nueva sesión de fotos de esta inolvidable vista y después comienzo del regreso a puerto admirando las cascadas que caían por las altas paredes rocosas a nuestro lado derecho.
El catamarán nos dejó de vuelta en Puerto Bandera con una sonrisa en todas y cada una de las caras. Nos estaba esperando nuevamente Mariano, de la agencia Amayco, que nos llevó de vuelta a El Calafate.
El resto de la tarde nos dedicamos a dar un paseo por el centro de la ciudad. Comprobamos que aquí los precios son bastante más elevados que en el resto de Argentina, y es que el ser un centro turístico de primer nivel tiene esos inconvenientes. Por ejemplo, en Ushuaia compramos una tarjeta de memoria SD de 2 GB por $130. En El Calafate fue imposible verla por menos de $250... Se volvía a agotar la memoria ¡¡y todavía quedaba el Perito Moreno por delante!!
La famosa TablitaPara cenar reservamos en el famosísimo
La Tablita. Parece que a este restaurante se le ha subido la fama a la cabeza, ya que intentan meter más gente de la que son capaces de atender y, al final, nos sentamos a la mesa una hora más tarde de lo reservado. En cuanto a la comida, la carne estaba muy reseca. El cordero es el peor que hemos comido hasta ahora. Quizás fuera por lo tardío de la noche, porque otras personas que fueron a primera hora nos hablaron muy bien del mismo. Además es el sitio más caro en que hemos cenado hasta ahora. Ensalada, parrillada para dos, vino Finca Lucía cabernet de 3/8 (no está mal), sin postre por $150 los dos. Muy caro para lo que comimos. En definitiva, el sitio no merece la pena. Quizás son los efectos de la fama. Otras personas nos recomendaron el
Pura Vida y el
Don Pichón, así que habrá que desquitarse otro día.
El magnificente Perito MorenoHoy afortunadamente no tocaba madrugar. Nos pasaron a buscar para la excursión que incluye la visita al
glaciar Perito Moreno y el minitrekking ($310 por persona) a las 10:15.
En los alrededores de la hostería donde nos alojamos está la
laguna Nímez, famosa por ser reserva natural de aves. Mientras esperábamos a que Mariano nos recogiera, aprovechamos para hacer una breve visita y vimos
bandurrias, unos curiosos pájaros de pico muy largo y curvo. De camino al Perito Moreno también vimos unos cuantos cóndores que estaban devorando una presa. Un poco después hubo que pagar nuevamente la entrada al Parque ($40 por persona).
La primera vista del Perito Moreno se produce en la
Curva de los Suspiros, llamada así precisamente por las exclamaciones de asombro de la gente al contemplarlo por primera vez. Un poco más allá hay una explanada para hacer fotos panorámicas. Está justo debajo del
Hotel Los Notros, el único que está dentro del Parque. El privilegio de dormir en el único sitio con vistas al Perito Moreno cuesta más de 500 dólares por persona y día.
Lo que hace único al Perito Moreno no es tanto su tamaño, ya que hay glaciares más extensos, como el
Upsala, ni su altura, ya que también los hay más altos, como el
Spegazzini, sino el hecho de que está situado frente a una península de tierra en la que se han construido pasarelas a distintos niveles. Esto permite contemplarlo desde distintas alturas y tener vistas panorámicas desde arriba, cosa prácticamente imposible en otros glaciares. Además, periódicamente se produce otro fenómeno único: el glaciar crece, llega hasta la península y cierra el Lago Argentino. Esto provoca el crecimiento de las aguas en la parte izquierda, que empiezan a erosionar el glaciar por abajo, horadándolo hasta que finalmente se abre un canal con un arco enorme que libera el paso del agua. El
derrumbe final de este arco es todo un espectáculo que se produce cada 2 ó 4 años. En este momento el lago está cerrado y se espera que en Marzo de 2008 se vuelva a producir el fenómeno.
Mientras ocurre esto, a los que vamos nos esperan unas vistas fantásticas, relajarse contemplando la inmensidad de la masa helada y esperar a que la fortuna nos permita contemplar el desprendimiento de algún bloque de hielo del frente del glaciar. Parece mentira que incluso los trozos más pequeños hagan un ruido tan impresionante al caer contra el agua. También impresiona oír cómo se resquebraja por dentro el glaciar. Es como si se abriera el suelo bajo tus pies.
A lomos del Perito.Aproximadamente a las 2 nos dirigimos hacia la furgoneta de Amayco para que nos llevara al embarcadero. Desde allí cruzamos el Lago hasta un lateral del glaciar, donde nos esperaban unos guías para iniciar el minitrekking por el Perito Moreno.
Antes de entrar al glaciar nos pusieron unos crampones, aunque no tan profesionales como los del guía. Sobre el hielo hay que caminar con paso firme y los crampones hacen magníficamente su trabajo y se agarran como lapas. La superficie del glaciar presenta muchas sorpresas. No es lisa ni mucho menos, sino que hay muchos picos y agujeros. Además el agua que se va derritiendo por arriba va recorriendo el glaciar y cavando sumideros por los que se escapan increíbles tonos azules.
La caminata dura poco más de una hora y está adaptada para todos los públicos, puesto que no presenta mayor dificultad y se va a un ritmo lento. Para culminar, tenemos la inevitable turistada: una mesa, unos vasos, hielo recién cortado del glaciar, y voilá, whisky on the rocks con hielo de más de 300 años. Si no te gusta el whisky, como a mí, también puedes saborear el agua recién derretida del glaciar. Tiene un sabor purísimo.
A última hora, y antes de ir a cenar, fuimos a recoger el coche de alquiler que teníamos apalabrado desde España con la empresa
Localiza. Una semana, con 1.400 km libres, nos salía por $1080. Rellenamos el tanque de gasolina y lo dejamos aparcado en la Hostería mientras nos íbamos a cenar.
Para cenar elegimos el Don Pichón, del que nos habían hablado muy bien. Como está a las afueras del pueblo, tienen un servicio de recogida en tu propio hotel. Nada más llegar nos encontramos con la sorpresa de ver allí cenando a
Antonio Lobato, el presentador de la fórmula 1. El local está muy bien decorado y está en un alto sobre El Calafate. Quizá comer allí sea más espectacular que cenar, porque debe de haber unas vistas excelentes sobre el pueblo, el lago y las montañas. La cena estuvo muy bien y pagamos $145 los dos, pero salimos muy satisfechos.
Por enmedio de la nada hacia ChileAntes de salir para Chile dejamos las maletas en el
Hotel Michelangelo, donde amablemente se ofrecieron a guardárnoslas ya que teníamos reservado para dormir allí a la vuelta de
Torres del Paine. La ruta hasta Chile son unas 4 horas de carretera recta y monótona. La primera y única parada desde El Calafate es el pueblecito de La Esperanza, a unos 170 km, donde sólo hay una estación de servicio para rellenar el tanque y desde donde se toma el desvío a Río Turbio. A unos 60 km hay un desvío no muy bien señalado hacia Cancha Carrera, que es la frontera argentina. Un poco más allá está Cerro Castillo, que hace de frontera chilena. Desde ahí hasta
Torres del Payne quedan unos 80 km, todos de ripio.
La primera vista de
Torres del Paine es la Laguna Amarga, de un color verde turquesa. Desde allí es posible divisar las míticas Torres, pero estaban algo nubladas. Llegamos al puesto de guardaparques de Laguna Amarga aproximadamente a la 1. De sorpresa, nos encontramos allí con un compañero del
foro de Lonely Planet con el que había intercambiado información,
Carlosbs y su mujer, con los que tendríamos el gusto de compartir buena parte de nuestra experiencia en Torres del Paine y el Chaltén.
Comienza la WNuestro objetivo en Torres del Paine era realizar la mítica
ruta de la W. Hay que mencionar como referencia para los que lean esto que, si bien nos gusta la montaña y el trekking, nuestra forma física es bastante deficiente ya que no salimos a menudo y además nunca hemos hecho rutas de varios días, lo cual implica llevar una mochila bastante pesada.
La ruta comienza en la
Hostería Las Torres con una cuesta muy dura que nos lleva un poco más de 1 hora subir. Ya estamos con la lengua afuera y apenas hemos empezado. Al finalizar la subida entramos en un precioso valle y bajamos hasta el
Refugio Chileno, donde nos instalamos tras algo más de 2 horas de caminata.
En los refugios de la W hay que reservar con mucha antelación, ya que disponen de unas 40 plazas cada uno. Sino te puede tocar dormir en una tienda de campaña afuera, y os aseguro que dentro hace frío, así que afuera no me lo quiero ni imaginar. Como curiosidad, te invitan a dejar las botas fuera, algo que tiene sentido cuando el terreno está muy embarrado.
Tras dejar las mochilas en el Refugio Chileno y tomar la que finalmente fue nuestra mejor foto de las Torres, nos dirigimos al Mirador. En algo más de 1 hora nos plantamos frente a la última gran cuesta hasta el mirador, que lleva unos 45 minutos más, pero en aquel momento bajó el guardaparque y no nos dejó subir ya que había mucha niebla y apenas se distinguían las Torres. A cambio, nos invitó a seguir el camino hasta su caseta, donde también hay vistas de las Torres. Lamentablemente, con la niebla, las torres no se mostraron en su esplendor, aunque al menos pudimos vislumbrarlas. Esperamos un rato a ver si despejaba, pero al final nos resignamos y volvimos al refugio. En total, ida y vuelta, tardamos unas 3 horas y pico.
En el refugio, las habitaciones bien, aunque por la noche pasamos bastante frío a pesar de tener sacos gordos (los alquilamos allí). Son cuartos de 8 personas distribuidos en literas de hasta 3 alturas y, si no llegas temprano, probablemente te toque escalar hasta la última. En cuanto a las duchas, se notan un poco sucias por el paso de tanta gente. Tampoco hubo mucha suerte con el agua, que salía fría a ratos. Tras todo el día de caminata ¡no sienta nada bien recibir un chorretón helado encima! La cena, en cambio, estuvo muy bien. No me esperaba tanta calidad en un sitio tan alejado de cualquier parte y donde las provisiones llegan a caballo. El menú constaba de una sopa de pescado y marisco rara pero rica, ternera guisada en salsa con puré de patatas sabrosísimo y una mousse de limón espectacular.
Después de la cena y justo al anochecer llegó el "
momento Patricio". El administrador del refugio apagó todas las luces y nos invitó a contemplar la silueta nublada de las Torres por el ventanal del refugio y a tener unos momentos íntimos de meditación en esta vorágine de acontecimientos. Me dio cierta envidia porque se notaba que él disfrutaba el ambiente y el lugar y que trabajaba en lo que realmente le gustaba.
Las Torres siguen nubladasMala suerte para los que se levantaron a las 4 de la mañana para subir hasta el mirador a ver cómo el amanecer ilumina las
Torres del Paine de rojo: hoy las Torres siguen nubladas y no se dejan ver. Por mi parte, me levanté a las 7:30, desayuné a modo de campeón (pan tostado con sabor a cebolla, cereales, huevos revueltos, un trozo de bizcocho, café y zumo de naranja) y estuve esperando un rato en el comedor del refugio a ver si despejaba. Como a las 9:30 seguía con la misma pinta, pedimos un lunch box (7000 CLP dos sandwiches, dos barritas energéticas y agua) y salimos hacia el
Refugio Los Cuernos. Carlosbs y su mujer decidieron quedarse e intentar de nuevo la subida a las Torres. Ojalá que puedan ver algo, aunque confieso que nos daría mucha envidia si lo consiguieran. Envidia sana, por supuesto.
Agua color turquesaPara abrir boca, hay una subida bastante fuerte desde el Refugio Chileno (unos 30 minutos) y luego se toma un atajo hacia el otro refugio. Aquí ya es una bajada suave y se va acercando uno a las verdes aguas del lago Nordenskjöld. Hoy nos lo estamos tomando con calma ya que es un día en que no hay que hacer mucha ruta, así que nos paramos continuamente a hacer fotos, a disfrutar del calorcito que da el sol y nos quedamos extasiados con el paisaje.
Hay que cruzar varios regatos embarrados y un río con muchas piedras. A falta de 2 horas (según el cartel) el camino se empina bastante y desde el alto se pueden tener muy buenas vistas de todo el lago. Allí paramos a comer protegidos tras una roca, dado que a esta hora el viento empezaba a ser muy fuerte. Para acompañarnos en la comida, aparecieron varios cóndores revoloteando. El más espectacular fue uno muy grande con las alas blancas.
Al pie de los CuernosDesde aquí hasta el refugio el tramo es de continuas subidas y bajadas, un rompepiernas. Ya se ven los primeros Cuernos, el del Este y el Principal. Llegamos al Refugio Los Cuernos tras 5 horas y media de caminata. Como comentaba, fuimos despacio guardando energías para la dura etapa del día siguiente. Yendo a paso normal se podría hacer en 4 horas y pico.
Tras llegar al refugio y dejar las mochilas subimos a una pequeña pero espectacular cascada que hay junto al refugio, un buen sitio para tumbarse y esperar a que las nubes dejen ver el Cuerno Principal.
En el refugio conseguí ducharme cuando no había nadie y, por fin, ¡agua caliente! La cena estuvo muy bien: entrante de pan con mantequilla, sopa de carne deliciosa, pechuga de pollo a la plancha con puré de patata y mousse de limón con galleta espectacular. La verdad es que me han sorprendido mucho estos refugios. Pensé que la comida sería mucho más espartana. Las habitaciones son un poco más grandes que las del refugio Chileno y aquí hay algunas plazas más.
Mientras cenábamos aparecieron Carlosbs y su mujer con cara de agotamiento (4 horas subir y bajar al Mirador de las Torres y otras 4,5 horas al Refugio Los Cuernos). Desafortunadamente para ellos, y aunque se pasaron una hora en el Mirador, las Torres no quisieron mostrarse, así que la caminata hasta el mirador fue en balde.
Nos fuimos tempranito a la cama para afrontar lo más descansados posible la
durísima jornada del día siguiente.
Salimos del
Refugio Los Cuernos llenos de energía tras otro espectacular desayuno. Hoy toca recorrer el Valle del Francés, que conforma la "pata central" de la W. Sobre el papel nos esperan entre 10 y 11 horas de caminata, así que habrá que tomárselo con filosofía.
Desde el refugio Los Cuernos hasta el Campamento Italiano son casi 2 horas de camino normal, sin excesivas cuestas ni bajadas. Se pasa por una bonita playa en el lago. El Campamento Italiano está al principio del valle del Francés, así que es un lugar ideal para dejar las mochilas escondidas junto a los árboles y no tener que subirlas y bajarlas por todo el valle
El Valle del FrancésA partir de aquí, la primera hora es una cuesta durísima, aunque compensa la dureza por las vistas impresionantes de las montañas de alrededor. En los montes circundantes son continuos los aludes, todo un espectáculo. A mitad de la subida hay una cascada muy chula.
Una vez superada esta cuesta, el resto es más fácil. Se va caminando entre el bosque, protegidos del viento, pero aún es algo empinado. Cuando llegamos al Campamento Británico, hemos empleado 2,5 horas desde que salimos del Italiano.
Mucha gente da la vuelta desde aquí, porque el camino vuelve a empinarse y mucho. A poca distancia del Campamento hay un bosque petrificado donde ya puedes disfrutar de unas magníficas vistas de Los Cuernos y poco más allá hay un montículo con rocas que hace de mirador de los Cuernos y de todo el circo del Valle del Francés. Si te animas a seguir empieza una durísima subida hacia el pico del valle. Nosotros nos encontramos con mucha nieve y maleza, y en toda esta subida gastamos algo más de 1 hora. Aquí está la mejor vista de los Cuernos, y también se puede acceder a un valle desde el que se ven las Torres. Hoy este valle está nublado, así que no merece la pena el esfuerzo extra que sería asomarse a ese valle.
Desandamos todo el camino nuevamente hasta el Campamento Italiano en unas 2 horas y pico. A partir de aquí volvemos a cargar con las mochilas y emprendemos ruta al Refugio Paine Grande. El camino es fácil, aunque unas pasarelas que salvan unas zonas embarradas están destrozadas. Finalmente tardamos otras 2 horas y media. Y es que a estas alturas estamos ya agotados. De vez en cuando nos paramos porque a nuestras espaldas sigue habiendo unas vistas fabulosas de los Cuernos al atardecer.
Un merecido descansoEl
refugio Paine Grande parece casi un hotel. La cena tirando a mala, en un autoservicio que me recuerda a los típicos campings de playa, sólo que sin playa claro. La presencia del catamarán que comunica este refugio con la civilización ayuda a que lleguen muchos más turistas, así que el ambiente es mucho más frío, mucho menos auténtico que en los otros refugios. El personal me da la impresión de ser un poco rata, ya que son muy estrictos con las cantidades y los horarios. Un pequeño detalle de bienvenida es que te invitan a un pisco sour en el bar. Ya que nunca lo había probado aproveché la ocasión y me gustó la mezcla.
Hay habitaciones de distinta capacidad, también configuradas con literas. A nosotros nos tocó una para nosotros solos con una litera. De la ducha salía agua fría, aunque la dejé correr como 5 minutos y al final logré el ansiada y reparadora agua caliente. Por la noche también hace mucho frío en la habitación, así que asegúrate de que te den un saco bien gordo.